Anteayer pude ver por quincuagésima vez Blade Runner, que, desde
mi punto de vista es un auténtico peliculón, aunque entiendo que haya gente a
la que no le guste.
Blade Runner es una película de ciencia ficción del año 1982 que
con el paso del tiempo se ha convertido en una película de culto, ya que inicialmente
no gozó de gran éxito. Es una película lenta, pero con un extraordinario guión,
excepcional música de Vangelis y dirigida con gran maestría por Ridley Scott,
que en todo momento logra transmitir desasosiego ayudado por la sombría y
deprimente ambientación y por la música.
Ridley Scott, más allá de la historia en sí, nos quiere hacer
reflexionar sobre la condición humana, sobre la moral y la ética de los
hombres. Los replicantes, inventados como máquinas de trabajo con fecha de
caducidad, logran desarrollar sentimientos y como cualquier ser vivo, luchan
por la supervivencia y por vivir unas vidas únicas, diferentes. Su búsqueda les
lleva a revelarse contra sus creadores y finalmente consiguen su propósito: sus
vidas son distintas, única y eternas:
“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en
llamas más allá de Orión. He visto rayos ‘C’ brillar en la oscuridad cerca de
la puerta de Tannhauser. Todos estos momentos se perderán como lágrimas en la
lluvia… Es hora de morir...”
Después de morir, la paloma que vuela hacia el cielo representa
el alma del replicante Roy Batty y por tanto la eternidad de su vida.